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Grutas de cocona

Grutas de Coconá En el municipio de Teapa, dentro del cerro de Coconá, en la región de la sierra, a 60 km. al sur de Villahermosa, por la carretera federal 195, se encuentran estas magníficas cavernas obra maestra de la naturaleza, las cuales a través de los siglos han ido moldeando el agua y la tierra, formando caprichosas figuras en un trayecto de casi quinientos metros divididos en ocho salones. Este lugar tiene una profundidad de quinientos metros y posee un arroyo subterráneo y un cenote. Las grutas cuentan con ocho salones a los que el poeta Carlos Pellicer denominó de los Fantasmas, Boca de León, La Calabaza, Tres Colas de Serpiente, Cenote de los Peces Ciegos, Mujer sin Cabeza y la Gran Bóveda Celeste. Estos salones se unen entre sí a través de andadores, en una longitud de quinientos metros, a lo largo de los cuales se pueden observar diferentes figuras que el agua y el tiempo han ido formando en sus paredes, en sus techos y en sus húmedos suelos. Las paredes de las grutas están cubiertas de estalagmitas y estalactitas. Hay lugares donde, a través de orificios, es posible observar el cielo y la grandeza de la sierra que se eleva exactamente encima de la gruta. Una de las atracciones más impresionantes de Coconá es su lago interior de agua transparente y fresca, que está bajo una gran cúpula, mientras que por las paredes caen en pequeñas cascadas las aguas del arroyo Hondo. En estas grutas se han encontrado vestigios prehistóricos como huesos de mastodonte y de megaterio, los cuales se encuentran en exhibición en el Museo de Antropología e Historia de la ciudad de México. Cuenta la historia que el primer hombre en explorar Coconá fue el destacado científico y naturalista tabasqueño José Narciso Rovirosa Andrade, quien organizó una expedición el 20 de julio de 1892 con un grupo de alumnos del Instituto Juárez. Esta exploración tomó cuatro horas y se atribuyó a la cavidad una longitud de 492 m divididos en ocho salas muy espectaculares por sus ricas formaciones, a las que nombraron: “Salón de los Fantasmas”, “Salón Manuel Villada”, “Salón Ghiesbreght”, “Salón Mariano Bárcena” y “Salón de las Palmas”. Saliendo de Villahermosa tome la carretera federal núm. 195 en dirección a la ciudad de Teapa. Una vez allí, siga por la carretera estatal que lleva al Monumento Natural Grutas del cerro Coconá. En este sitio la temperatura es agradable. Ello se debe a las condiciones propias de la caverna y al clima de la región que es lluvioso y fresco la mayor parte del año. De aquí en adelante, la oscuridad se torna más intensa; de hecho, es total, y si no fuera por los reflectores estaríamos sumidos en las tinieblas. En la “Catedral Sumergida” vemos cascadas, cortinajes y columnas pétreas que confieren al recinto un carácter sobrenatural. Juan Carlos nos muestra la boca de un león, la gallina sin cabeza, la marimba y la roca llorona, figuras caprichosas que comparten espacio con otras de tamaño y constitución admirables, como la calabaza, una mole de sedimentación calcárea descrita por Rovirosa como “una verdadera maravilla”, a cuyo pie se encuentra la fuente de la juventud, una pileta rebosante de agua cristalina a la que se atribuyen poderes rejuvenecedores.
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Parque museo la venta - villahermosa - tabasco

En el Parque-Museo La Venta se exhiben 36 piezas de proporciones monumentales -cinco de las cuales se localizan en la sala de acceso, que nos introduce al mundo olmeca a través de paneles informativos- y 33 monolitos, que se encuentran al aire libre, entre los que se destacan:

La Cabeza de Jaguar, el Mono Mirando al Cielo, el Jaguar Humanizado, el Gran Altar, el Mosaico de Jaguar, el Rey, la Cabeza Colosal, 
el Altar con Ofrenda, la Abuela, y la Cabeza de Viejo . 

Aunque todas ellas proceden de La Venta, fueron elaboradas en distintas fechas, en un lapso no menor de seiscientos años, aunque su distribución en este museo no guarda ningún orden cronológico, sino que se han clasificado en cuatro grupos: altares,estelas, esculturas exentas y las impresionantes cabezas colosales.

La iconografía que muestran estas obras es muy amplia, ya que no sólo nos enseñan las costumbres  y el probable tipo físico de los olmecas, sino también su organización social, política y económica. 

La visita al museo se inicia con una sala de introducción, en la cual se ubica, por medio de figuras y una maqueta, la zona arqueológica de La Venta dentro del contexto mesoamericano. 

Después, se pasa a la parte selvática, que ha sido reproducida en este espacio, donde las esculturas se esparcen entre la vegetación y la hojarasca, así como algunos animales que andan en libertad, como venados, tejones y monos. Hay también jaguares y cocodrilos en cautiverio, de entre estos últimos se encuentra uno muy famoso en Villahermosa, al que llaman "Papillón" porque se ha escapado varias veces del museo,  y es no sólo el más viejo, sino el más grande de todos los que ahí habitan.

HISTORIA
Haciendo un poco de historia, se podría decir que fueron los arqueólogos Frans Blom y Olivier La Farge quienes descubrieron en La Venta, municipio de Huimanguillo, Tabasco, los restos de un centro político-religioso, y que Matthew Stirling y Phillip Drucker exploraron la zona en 1940.

A pesar de que los dos primeros se dieron cuenta de la gran imprtancia de la cultura descubierta, los últimos ubicaron su florecimiento
 entre los años 800 y 400 antes de nuestra era. 

En los años cincuenta Pemex descubrió un rico manto energético, cerca de la población de La Venta, el cual empezó a explotar imediatamente, modificando el ambiente natural y arrasando con muchos vestigios construidos por esa cultura.

Por esta razón, a iniciativa de Carlos Pellicer Cámara se inició el rescate de un gran número de piezas arqueológicas, trasladándolas a la ciudad de Villahermosa en un ambiente natural, como se supone estaban cuando se encontraron.

El parque-museo debe su nombre al lugar en que fueron encontradas las piezas
Y fue desde allí, y mediante gestiones que realizó el poeta Carlos Pellicer desde 1951, que se trasladaron a Villahermosa. Pellicer encontró un lugar ideal para albergar las esculturas monumentales que asombrarían al mundo: ocho hectáreas de selva ubicadas a la orilla de la Laguna de las Ilusiones. Pellicer deseaba que el paisaje fuera muy parecido al de origen y colocar las piezas de acuerdo a como estaban antes de desenterrarlas. Así, en los meses de julio y agosto de 1957, se inicia el traslado de los grandes monolitos con la ayuda de diversas instituciones gubernamentales de méxico










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